
La reflexión en el seminario giró en torno a poder recoger la tradición psiquiátrica y psicopatológica, prestigiando también los más de 100 años de investigaciones, pero para tenerlas como referencia, pero llevándolas a nuestro terreno. Lo que para la psicopatología tradicional es un trastorno o un cuadro clínico, para nosotros es más bien un síntoma de un ser humano que no “encuentra su sitio”, que ha perdido la f.ego, que no es capaz de dar sentido. Un síntoma de una “enfermedad” más bien relacional y que tiene que ver con las modalidades de contacto que un ser humano desarrolla en su vida. Un síntoma asociado a un tiempo y a un entorno. Así pues, sin descartar el lenguaje diagnóstico tradicional que ayuda a poner contornos, a comunicarnos interprofesionalmente, a realizar hipótesis, a comprender determinados estilos o experiencias disfuncionales (neurótico, bordeline, narcisista, psicótico etc), nuestro trabajo diagnóstico irá dirigido a comprender y dar sentido a la patología del paciente. Algunas herramientas: poder transitar desde la experiencia intrapsíquica del paciente, a la información que proviene del campo paciente-terapeuta y del campo terapeuta-supervisor; contemplar el proceso en la curva del contacto; el estado de las funciones del self; el proceso terapeútico con nuestros conceptos de awarness, ajuste creativo, pacificación de conflictos, aquí-ahora...; el estar atento, no solo a lo que no se da, sino a lo que está más bien presente en el lenguaje corporal y emocional; el estar atentos a los esquemas relacionales que se reproducen o se repiten. Algunas de estas herramientas van a ayudar a completar ese diagnóstico tradicional más rígido, en un intento por acercarnos al verdadero trabajo diagnóstico que tiene que ver con la comprensión de los seres humanos concretos en un tiempo concreto, con un entorno particular, y sobre todo, a prepararnos para dar el paso siguiente: la apertura de nuevas posibilidades, de modo conjunto, para abrirnos a una existencia más enriquecedora y plena.
Seguiremos trabajando, sin olvidar el buen vino, el pulpo, los bocadillos marca “Tina”, el encuentro personal, la música, los nuevos roles a repartir... Por cierto, ¿Quien era el enterrador?
JESÚS