martes, 20 de octubre de 2009

DIAGNÓSTICO Y TERAPIA GESTALT

¿Existe el diagnóstico en terapia gestalt?. El pasado fin de semana, el grupo, dentro de la formación como supervisores, estuvo reflexionando con J.M. Robine sobre la manera de ayudar a otros terapeutas a entender el sufrimiento y/o patología de sus pacientes. En todas las disciplinas de salud es preciso la realización de un diagnóstico, un retrato o aproximación de lo que está viviendo un paciente en tal o cual aspecto, para poder responder de modo eficaz y preciso mediante unos tratamientos o indicaciones personalizadas. ¿Cual es el problema?. En Terapia Gestalt no estamos de acuerdo con el significado de diagnóstico heredado de modelos individualistas, bien sean médicos o psicológico-psiquiátricos. Confundir diagnóstico con nosografía, es decir, con la ubicación de un paciente con x síntomas en una categoría cerrada, en una etiqueta rígida y a veces incluso estigmatizante, nos parecer una aberración. Confundir diagnóstico con poner un nombre, tradicionalmente asociados a catálogos de enfermedades como el DSMIV o el CIE9, promovidos probablemente por profesionales con una percepción individualista-médica de las patologías, incluso (malpensando un poco) por la propia industria farmaceútica, es algo de dudosa eficacia y de dudosa ¿ética?. El diagnóstico clásico no incluye la temporalidad. No incluye a menudo, la idea de globalidad del ser humano. No asocia las patologías en su génesis a un entorno, sino que las trata más bien como algo fijo e intrapsíquico. No ayuda con sus etiquetas a orientarnos un paso después, es decir, a desarrollar lineas de acción en la terapia adaptadas al paciente, sino como mucho a responder con “paquetes” terapeúticos estandarizados.

La reflexión en el seminario giró en torno a poder recoger la tradición psiquiátrica y psicopatológica, prestigiando también los más de 100 años de investigaciones, pero para tenerlas como referencia, pero llevándolas a nuestro terreno. Lo que para la psicopatología tradicional es un trastorno o un cuadro clínico, para nosotros es más bien un síntoma de un ser humano que no “encuentra su sitio”, que ha perdido la f.ego, que no es capaz de dar sentido. Un síntoma de una “enfermedad” más bien relacional y que tiene que ver con las modalidades de contacto que un ser humano desarrolla en su vida. Un síntoma asociado a un tiempo y a un entorno. Así pues, sin descartar el lenguaje diagnóstico tradicional que ayuda a poner contornos, a comunicarnos interprofesionalmente, a realizar hipótesis, a comprender determinados estilos o experiencias disfuncionales (neurótico, bordeline, narcisista, psicótico etc), nuestro trabajo diagnóstico irá dirigido a comprender y dar sentido a la patología del paciente. Algunas herramientas: poder transitar desde la experiencia intrapsíquica del paciente, a la información que proviene del campo paciente-terapeuta y del campo terapeuta-supervisor; contemplar el proceso en la curva del contacto; el estado de las funciones del self; el proceso terapeútico con nuestros conceptos de awarness, ajuste creativo, pacificación de conflictos, aquí-ahora...; el estar atento, no solo a lo que no se da, sino a lo que está más bien presente en el lenguaje corporal y emocional; el estar atentos a los esquemas relacionales que se reproducen o se repiten. Algunas de estas herramientas van a ayudar a completar ese diagnóstico tradicional más rígido, en un intento por acercarnos al verdadero trabajo diagnóstico que tiene que ver con la comprensión de los seres humanos concretos en un tiempo concreto, con un entorno particular, y sobre todo, a prepararnos para dar el paso siguiente: la apertura de nuevas posibilidades, de modo conjunto, para abrirnos a una existencia más enriquecedora y plena.

Seguiremos trabajando, sin olvidar el buen vino, el pulpo, los bocadillos marca “Tina”, el encuentro personal, la música, los nuevos roles a repartir... Por cierto, ¿Quien era el enterrador?

JESÚS